jueves, 18 de junio de 2009

Nadie o la culpa



Nadie sabe que yo disparé. Seguramente a Nadie le importa demasiado. Si la gente lo supiera, tal vez me lo recriminaría, pero Nadie lo sabe y, como es costumbre, Nadie me dice nada. Alguno me dio la idea.

La historia que motivó el disparo la leí en un anuario viejo del colegio: alguno de los muchachos que se graduaban ese año, contándolo como anécdota, refería que hallándose una vez en clase de matemáticas, provisto de una bala, un pequeño tubo de aluminio, y el cabo de una vela, había calentado tanto el culo de la bala que ésta había estallado en plena clase, causando un pánico instantáneo y efímero a los que allí se encontraban. El profesor daba alaridos una vez hallado el culpable mientras los compañeros estallaban en carcajadas nerviosas, todavía pálidos del susto. El asunto, al final, no pasó a mayores y la única consecuencia del hecho fue un pupitre abollado, pues la bala, inexplicablemente quedó en su interior y no salió silbando a taladrar el cráneo de algún inocente.

La historia la leí en la noche de un viernes frustrante de mi adolescencia, un viernes de esos en que no resultaba con quien salir, y uno, de catorce años, se quedaba en la casa; un viernes frío, con lloviznas esporádicas y leves. En medio de mi aburrimiento, me reí solo, en mi cuarto, en calzoncillos, entre las cobijas, leyendo la ocurrencia. Me reí tanto al imaginarme a ese profesor, al que yo había conocido y que de una u otra manera era el fantasma que me perseguía con sus matemáticas incomprensibles, me reí tanto, que se me ocurrió la idea: yo tenía balas, o mejor, mi hermano tenía unas balas y yo sabía dónde estaban. Siempre las había mirado con respeto; incluso nunca había osado tocarlas sin guantes porque según mi hermano, esas balas tenían cianuro. Pero ese día, a esa hora, con esa edad, yo no estaba para pensar en cianuro, yo estaba pensando en quitarme el aburrimiento de encima. Cogí una bala, una veladora y un tubo en el que hacíamos ejercicio ajustándolo al marco de una puerta y, a hurtadillas de mis padres, armé mi batería en un patio, justo detrás de mi pieza y del baño de mis progenitores. Encendí la veladora, puse la bala en el tubo y empecé a calentarla, apuntando el tubo más arriba de los muros del patio, hacia la montaña, o hacia el cielo, no sé. Me quedé un buen rato en esas. Empecé a dudar de que el tubo sí estuviera dejando calentar la bala y cuando menos pensé, tras larga espera:…taaaaaaz… el tiro. Un trueno y un chispazo. Me metí un susto el hijueputa y, nervioso, agarré la veladora y el tubo y me fui para mi pieza. Mi papá se había levantado y preguntaba muy alterado “¡¿Qué pasó?!”. Yo sólo respondí: “nada, nada” las dos o tres veces que lo preguntó, luego me encerré. Sentía un ardorcito raro en diferentes partes de mi cuerpo, sobre todo en los brazos, las piernas y el pecho… como si proyectiles diminutos, infinitesimales, se hubieran clavado en mi piel. Ahí sí empecé a pensar en el cianuro, que debía estar entrando al torrente sanguíneo a través de los vasos capilares. El miedo me sacudió y no se me ocurrió otra cosa que irme a bañar. Lo hice, y creo que en toda mi vida no lo he hecho de manera tan minuciosa. Me restregué con estropajo hasta la más recóndita superficie del cuerpo una y otra vez, aun a sabiendas de que si tenía cianuro dentro del cuerpo, bañarme no ayudaría para nada a detener el curso indetenible del veneno. Aunque no somos muchos, imagino que no somos pocos los que conocemos la angustia que se experimenta cuando uno se ve próximo a la muerte por culpa de una imprudencia inocente, estúpida, cometida por uno mismo. ¡Cómo duele saberse idiota! Me acosté entre temeroso y colérico y no recuerdo qué soñé esa noche.

La bala, ¿Dónde cayó? Nadie lo sabe, por eso a Nadie le importa. Pudo haber destrozado la cara a una niña, o levantado polvo en un potrero, o perforado un techo; o tal vez pudo haber caído en el pavimento, y achatarse, y haber sido recogida por un adolescente que la convirtió en el dije de un collar de cuero… Nadie lo sabe, porque Nadie está en el cielo y puede verlo todo.

Nov 29 de 2006

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