jueves, 17 de noviembre de 2011

Preludio de la despedida


El hombre miró la maleta. Esta, a su vez, desde un rincón poco visible de la habitación, lo miraba con sus ojos metálicos de candados y le sonreía con sus bocas de cierres. Tanto café y tantos cigarrillos le habían provocado un acelerado desajuste de los latidos del corazón, pero cuando miró la maleta y pensó que ella también lo miraba, y hasta le sonreía, se dio cuenta de que la taquicardia no era una cosa tan simple, producida por la cafeína, la nicotina y el alquitrán: tenía que ver, también, con la inminencia del retorno a la tierra natal, con el cambio drástico que implica un viaje (tal y como había sucedido unos cuantos años atrás, cuando abandonó la vida que llevaba y comenzó la aventura diaspórica que por esos días encontraría su fin). La ropa lavada que colgaba en el alambre y que se mecía al son de las ráfagas de viento, bajo un sol primaveral que ya amenazaba con ser el infernal del verano, le hacía pensar en lo que se devolvería con él, y lo que tendría que dejar. Quería que la maleta fuera tan grande como para meter a unas diez personas y llevarlas, aunque solo fuera por un corto tiempo, a conocer las montañas que lo vieron nacer y de las que tantas veces, en tantas noches, habló con nostalgia y maravilla. Se dio cuenta entonces de que la maleta poco servía: lo que se quería llevar no se lo podía llevar, y la maleta no era nada más que un recipiente que llenaría de cosas apenas útiles, como ropas, libros, cables, pero lo que había aprendido a querer en la ciudad inmensa y extraña en la que había vivido los últimos tres años, se iba a quedar irremediablemente… y él se iría, solo y cargado, a enfrentar un futuro brumoso.

Bs As, Nov 17 de 2011

2 comentarios:

  1. De idas y regresos esta llena la vida... allá algunos se quedan... pero acá otros te esperan.... y aunque no quepan en la maleta los que se quedan, siempre estarán contigo.

    Que bueno qe regresas.... un abrazote niño Dany

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