martes, 31 de agosto de 2010

Una pequeña isla viene bajando por el río Nechí

Para Juanda Londoño, que "vió" conmigo.

Una pequeña isla viene bajando por el río Nechí, lenta, parsimoniosa; su transcurrir apenas es turbado por las olas que lanzan, indiferentes, las pocas lanchas a motor que suben o bajan por el río, y que hacen a la isla bambolearse levemente, provocando así el espanto en la aves de rapiña que temen mojar sus plumas, no diseñadas por la naturaleza para estos ocasionales ágapes.

Una pequeña isla viene bajando por el río Nechí, lenta, parsimoniosa, bamboleante, atestada de gallinazos o goleros asustados. Pero el miedo ancestral al agua que experimentan estos reyes del aire no es suficiente para acallar los gritos persistentes de su hambre nunca saciada. Agitan sus alas, haciendo equilibrio, intentando balancear el peso de los unos con los otros para evitar que la isla se dé vuelta. A veces alguno alza el vuelo unos metros y vuelve a posarse sobre la isla, provocando que cualquiera de los que están al otro lado a su vez alce el vuelo.

Una pequeña isla viene bajando por el río Nechí, lenta, parsimoniosa, bamboleante, y cada vez es más pequeña bajo la frenética y voraz codicia de los carroñeros. Cuando estamos lo suficientemente cerca, nos damos cuenta de qué es esta isla: como en un espejo, vemos nuestras manos, nuestras piernas endurecidas por el rigor mortis, nuestra barriga inflada por acción del agua y la putrefacción. Nuestros corazones palpitan, tal vez imaginando las lejanas tristezas de una madre por su hijo calavera; o de una esposa por su marido; o de un hijo por su padre. En nuestra lancha nadie más parece ver la isla, a pesar de que por un momento todos los ojos la miran. El conductor aumenta las revoluciones del motor fuera de borda. El trabajador social de la gigantesca empresa minera nos mira, avergonzado de su indiferencia: no quiere perder el día haciendo papeleos, dando testimonios vagos que ni le van a devolver la vida al muerto ni van a esclarecer el crimen. Al fin y al cabo, la mejor sepultura es el río, tal vez el mar.


Bs As, Agosto 31 de 2010

1 comentario:

  1. Casi sin palabras, es como vivirlo pero mas despacio, casi tan despacio como esa pequeña isla que bajaba sin fin conocido. Me revivio la impotencia y la rabia.

    Juan David Londono

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